UNIDAD 1: El desafío de ser persona


"Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas -la elección de la actittud personal ante un conjunto de circunstancias- para decidir su propio camino".

El hombre en busca de sentido,


  1. ¿Qué te sugiere esta fotografía?
  2. ¿Qué es el ser humano? ¿En qué se diferencia del resto de los animales?
  3. ¿Bajo que condiciones mínimas un ser humano puede desarrollarse como persona? ¿La mayor parte de los seres humanos se encuentran bajo esas condiciones?
  4. Piensa en tu propia vida, ¿hasta que punto crees que el ejercicio de tu libertad está condicionado por las circunstancias que impone el entorno?

EL ELEFANTE ENCADENADO

         Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí, como a otros, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal, capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía  confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: el elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez... 




LOS MONOS Y LOS PLÁTANOS


      Un grupo de científicos encerró a cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de plátanos. Cuando uno de los monos subía la escalera para agarrar los plátanos los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que se quedaban en el suelo. Pasado algún tiempo, los monos aprendieron la relación entre la escalera y el agua, de modo que cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo molían a palos.
     Después de haberse repetido varias veces la experiencia, ningún mono osaba subir la escalera, a pesar de la tentación de los plátanos. Entonces, los científicos sustituyeron a uno de los monos por otro nuevo. Lo primero que hizo el mono novato nada más ver los plátanos fue subir la escalera. Los otros, rápidamente, le bajaron y le pegaron antes de que saliera el agua fría sobre ellos.Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo nunca más subió por la escalera.
      Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo con el que entró en su lugar. El primer sustituido participó con especial entusiasmo en la paliza al nuevo. Un tercero fue cambiado, y se repitió el suceso. El cuarto, y finalmente el quinto de los monos originales fueron sustituidos también por otros nuevos.
      Los científicos se quedaron con un grupo de cinco monos que, a pesar de no haber recibido nunca una ducha de agua fría, continuaban golpeando a aquél que intentaba llegar hasta los plátanos.
      Si fuera posible preguntar a alguno de ellos por qué pegaban con tanto ímpetu al que subía a por los plátanos, con certeza ésta sería la respuesta: «No lo sé. Aquí, las cosas siempre se han hecho así».






"Un hombre mayor que vivió en la Sierra de Atapuerca (Burgos) hace más de medio millón de años, sufría unas graves lesiones de espalda que le harían caminar encorvado y le impedirían desplazarse por los intensos dolores, es decir, que no podría cazar, algo importante para sobrevivir en aquella sociedad prehistórica. Así lo indican los huesos fosilizados de aquel individuo prenenadertal recuperados en el yacimiento de la Sima de los huesos. Los científicos creen que son lesiones juveniles, del desarrollo, y se preguntan si dependió su supervivencia hasta la avanzada edad -para aquella gente- de 45 años o más gracias al altruismo de sus congéneres, que le ayudarían o alimentarían. "Este hombre o no se movía del sitio, o usaba un bastón, o recibía ayuda de otros, si comía carne era porque otros se la daban y si se desplazaba era porque otros le asistían", conjetura científico Alejandro Bonmati. [...]

[...] El hallazgo abre la puerta a hipótesis y conjeturas sobre la vida social de la población de Atapuerca de hace algo más de 500.000 años. Así, Bonmati apunta que se van poco a poco acumulando indicios de la complejidad del comportamiento del grupo de aquellos humanos, incluida la ayuda entre ellos para sobrevivir."



Extracto de un artículo publicado en el Diario El País el 11/10/2010